Al pie de Sierra Mágina, entre olivos centenarios y manantiales cristalinos, se encuentra Pegalajar, un pequeño pueblo de Jaén que encierra siglos de historia, cultura rural y naturaleza viva.
Aunque poco conocido fuera de Andalucía, Pegalajar es uno de esos destinos que enamoran al viajero por su autenticidad: una arquitectura que conserva su esencia, paisajes que huelen a tierra y aceite, y una forma de vida ligada al olivo como símbolo de trabajo, tradición y orgullo local.
En Ildefonso Espinosa, estamos profundamente vinculados a este entorno, y hoy te invitamos a descubrir por qué Pegalajar es mucho más que un punto en el mapa.
Entre agua y montaña: el entorno natural de Pegalajar
Pegalajar se sitúa en la comarca de Sierra Mágina, dentro del Parque Natural del mismo nombre, un enclave declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO. El pueblo se asienta en una ladera con vistas a un mar de olivos y montañas, a 825 metros de altitud, y su paisaje combina el verdor de la sierra con la riqueza del suelo agrícola.
Uno de sus mayores tesoros es La Charca, un manantial natural que durante siglos abasteció de agua a la población y a las huertas tradicionales. Este espacio, junto con su sistema de riego histórico —acequias y albercas—, forma parte del patrimonio hidráulico del municipio y ha sido recuperado como zona de paseo y disfrute para vecinos y visitantes.
Además, desde el casco urbano parten rutas senderistas que conducen a parajes como el Puntal de Vacares, el Aznaitín o el pico Mágina, ideales para los amantes del senderismo, la escalada y la fotografía de naturaleza.
Un pueblo con historia viva
El origen de Pegalajar se remonta a época musulmana, aunque ya en la Edad del Bronce existían asentamientos en la zona. Durante siglos, su ubicación estratégica en las estribaciones de Sierra Mágina le otorgó un papel importante como núcleo agrícola, ganadero y defensivo.
Pasear por sus calles estrechas y empinadas es retroceder en el tiempo. La arquitectura popular se conserva con blancas fachadas, rejas forjadas y zaguanes floridos. Entre sus monumentos destaca:
- La Iglesia de la Santa Cruz, del siglo XVI.
- El Castillo de Pegalajar, una fortaleza musulmana de la que aún quedan restos.
- El Horno de la Villa, ejemplo de arquitectura tradicional ligada a la vida rural.
Y en sus tradiciones, aún se celebran fiestas como San Gregorio (mayo), con procesiones y música en torno al campo, o la romería de la Virgen de las Nieves, que conecta religión y paisaje.
Tierra de olivos, tierra de AOVE
Pegalajar está rodeado por un inmenso mar de olivos, símbolo y sustento de su economía desde hace generaciones. El cultivo del olivo picual, adaptado a la altitud y al clima de montaña, da lugar a un aceite virgen extra con carácter, afrutado, ligeramente amargo y con notas verdes muy marcadas.
Este entorno natural, unido al saber hacer tradicional, es lo que hace que el AOVE de Pegalajar sea uno de los más apreciados de Jaén.
En Ildefonso Espinosa, trabajamos estas tierras con mimo y compromiso, combinando tradición e innovación para producir un aceite de oliva virgen extra que refleja el alma de Pegalajar: puro, honesto y lleno de historia.
En Pegalajar, todo gira en torno al olivo: desde el paisaje hasta la cultura, desde la economía hasta la forma de entender la vida. No es casualidad que de aquí salgan algunos de los mejores aceites del mundo.
En Ildefonso Espinosa estamos orgullosos de formar parte de este legado, y de llevar el nombre de Pegalajar más allá de sus fronteras, en cada botella de nuestro AOVE.
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